Nunca habia tenido tanto miedo en mi vida.
Dicen por ahi los neurobiologos que mas o menos a los veintitres anios de edad uno desarrolla la region del cerebro que le permite asimilar las consecuencias de sus actos y por ende empieza a concebir la nocion de su propia mortalidad.
No hay cosa mas espantosa que correr de la masa enfurecida y alimentada por un incentivo incierto.
En arte estudiamos mucho el comportamiento de la masa, esa perdida de individualismo convertido en vomitada acida de personas sin identidad propia acarreadas por un impetu extraordinariamente terrorifico... es la receta para lo impredecible.
Una cosa es lo que te pasan en CNN, otra es lo que te pasa frente a tus ojos.
Nuestra primera experiencia con el gas lacrimogeno fue algo que nunca imaginamos.
Yo, por reaccion inmediata ante el subito rompimiento del suenio profundo, me asome por la ventana para vislumbrar el tumulto inexplicable que se estaba conformando en la calle de enfrente a la una de la maniana y lo que vi fue lo siguiente: gente acumulada en dos bandos (uno frente a otro) armados de palabras violentas en la boca y piedras en las manos.
Lo pongo asi; lo primero que sientes es un filtro de tipo Hollywood cercandote la vision; solo te falta Matt Damon saliendo de la calle contraria en un tanque de guerra estadounidense para darte cuenta que lo que estas presenciando es en verdad una escena de una pelicula gringa. Pero lo que distingue esto de aquello es que no tienes una pantalla entre medio de lo que estas viendo; en verdad lo estas viviendo.
Regina se desperto. Juntas apreciamos la escena desde nuestra habitacion, encima de uno de los bancos mas conocidos de Egipto, en el condado de Aswan a bastantes horas de camion de la capital. Habian varias fogatas de objetos irreconocibles en el pavimento... y la gente seguia gritandose de un lado a otro de la calle, como si fuera un partido de tenis infernal.
Y luego humo, mucho humo.
Entro una mano de humo espeso al cuarto y nos atraveso por completo. Al principio crei que era humo de cuetes festivos (es la primera y muy ingenua impresion comparativa) pero despues de comenzar a experimentar la horrenda sensacion de alguien lijandome la garganta por dentro entendi, de inmediato, que se trataba de una sustancia agresiva al cuerpo humano. Comenzamos a llorar... pareciamos figuras de anime y al mirarnos al espejo (mientras nos enjuagabamos los orificios faciales) teniamos el rostro rojo; irritado por un combate completamente ajeno a nuestra conciencia.
Afortunadamente eso fue todo, por aquella noche.
Al dia siguiente despertamos ligeramente desorientadas y con una sed barbara para bajar y cuestionar a los intendentes del hostal. Resulto que el enfrentamiento de aquella noche habia sido un resentimiento (que debe tener alguna que otra conexion con el malestar general que se ha desencadenado desde el derrocamiento de Mubarak hasta la enfatica cercania hacia el periodo de elecciones) mostrado por parte de la comunidad Nubia (los capitanes de las embarcaciones egipcias turisticas denominadas coloquialmente "feluccas") en cuanto a la muerte de uno de sus camaradas por parte de un policia borracho (las versiones cambian de boca a boca) que queria forzar un pago de impuestos inventados por el; el capitan se nego y lo agredio con un cuchillo y como respuesta el policia le disparo... una semana despues (es decir, aquella noche) el capitan murio en el hospital y consecuentemente se desato una desconformidad que llego a inflarse hasta evaporarse (literalmente) en una nube de gas lacrimogeno, el mismo que respiramos Regina y yo en nuestro cuarto, a pocas horas de haber llegado al lugar mismo.
Y eso fue solo el principio.
Un kalimotxo mental para todos aquello que solemos profanar la bebida de uvas fermentadas con un poco de CO2 y glucosa. Enjoy
viernes, diciembre 02, 2011
sábado, noviembre 19, 2011
Cairo
Creía que siendo mexicana tendría una buena idea de cómo manejarme en más o menos cualquier lugar en el mundo. Estaba equivocada.
Cairo de noche es más que retador; llegamos antes de lo planeado, puesto que adelantaron el vuelo desde Amsterdam (nos dimos cuenta de pura caca), por lo que tuvimos mucho tiempo de colchón antes de nuestro siguiente vuelo. Optamos, consecuentemente, por caerle a la amiga francesa de Reggie en Giza para vaciar las maletas antes de mochilearnos el camino a Abu Simbel (de los puntos más al sur de Egipto, casi en la frontera con Sudán). Conseguimos sobrevivir a los señores acosadores de las áreas públicas; "taxi, madam?", "where you from?", "where you go?" que te siguen hasta el baño y le jalan por tí, y nos trepamos al shuttle para llegar a la terminal tres.
Lo aparatoso (pero al final genial) fue poder conseguir wifi para obtener el número de Chloe y hablarle desde el celular de alguien random (un ñor barbudo buena onda). Fue un "challenge completed" del cual estoy orgullosa; le hablamos y ¡listo! conseguimos su dirección.
Ahí empezó lo bueno, ya que saliendo fuimos acosadas por cientos de taxistas intensos y en piyama (descripción favorita de Reg) con chon en la cabeza gritándonos con el inglés más rudimentario que he escuchado (ya ni en Tailandia).
Finalmente escapamos de un taxi medio dodgy, siguiendo nuestro instinto, y nos metimos a uno pseudo legit, negociando el precio con la puerta entre abierta. Fiuff!
Lo gracioso de los taxistas egipcios es que nunca nadie sabe como llegar a ningún lado (me encantan las doble negaciones que me acabo de echar), entonces tuvimos que pasarle al dude por celular a Chloe para que llegáramos "con bien" a su respectiva residencia. Se bajaron unos amigos de ella para negociar el precio del viaje (echamos montón) y finalmente nos dejó ir sin violarnos como los taxistas mexicanos que te cobran trescientos mil pesos si sales de una zona de concierto... :s
El elevador parecía que se iba a caer y con él el edificio, pero logramos subir y saludar al resto para luego desempacar como queríamos. Fin.
Después de una cervecita intentamos dormir un rato para luego embarcarnos en el regreso al agrio puerco. Egipto nos había bienvenido con no tan mala cara; sus callecitas empolvadas nos dirigieron hacia la avenida principal y paramos mil taxis (a las cinco de la mañana...) y finalmente uno nos ofreció buen precio para el viaje.
"Ingresamos" maletas y pasamos a la sala de espera. Ya en el avión nos dimos cuenta que la descripción en el Lonely Planet de la aerolínea no era tan alejada de la realidad (le dicen "Egypt SCARE" en vez de Egypt Air"). Nos dieron squat para comer y mis tripas me suplicaban por algo de alimento: ergo muncheamos una barrita de amaranto (súper mexicanas) y bajando tragamos un Ensure cada una para no perder más tiempo.
De ahí agarramos el camioncito de turistas para el sitio arqueológico y diez minutos después LLEGAMOS!!
Abu Simbel está M-A-M-O-N-S-Í-S-I-M-O... Pagas, rodeas el cerrito con vista hacia el Nilo y PFFFffff, sientes que alguien te mete un madrazo visual cuando tus ojos topan lo impactante e impositivo de las mega esculturas de Ramses II y su familia... Te deja idiota.
El templo por dentro tiene muchas cámaras, todas están decoradas a morir con jeroglíficos de todo tipo, ¡retacadas!
Nos quedamos una eternidad contemplando la grandeza del potencial de construcción humano antiguo. El templo de Nefertari, a un lado del de su esposo es también una maravilla. No tengo palabras para describir dicha experiencia blu bla bel bi rar. Así.
Acabando los guías nos regañaron por tardar tanto y terminamos tomando un taxi para alcanzar el camión rural que salía de YA para Aswan (ciudad a tres horas donde nos quedaríamos a hostalear esa primera noche).
Entramos en friega loca y apañamos dos lugares, entre la multitud de árabes locales que se nos quedaban viendo por tomar el transporte no-burgués como el resto de los turistas Europeos y gringos nasties.
Hubo, literal, un sister friend que se nos quedó viendo TODO el camino (creo que se enamoró perdidamente de Regina) pero dormimos un rato y llegamos a buena hora a Aswan. Ahí caminamos por el malecón egipcio siguiendo el camino trazado por del Nilo (siendo a la vez acosadas ahora por los capitanes de las "feluccas" o barcas tradicionales egipcias) hasta que al fin dimos con nuestro hostal, ubicado arriba del banco nacional y con una vista de primeeeera.
Hicimos el chicken-check-in con el staff (amables y enpiyamados) y subimos para aventar las maletas aligeradas y DORMIR al fin...
NOT porque a media noche fuimos despertadas por el tumulto callejero sin control. Me asomé por la ventana y vislumbré una congregación de civiles justo enfrente de nuestro hostal, estaban gritándole a unos policías del otro lado, quienes a su vez echaban cuetes de algún tipo porque había humo y pequeñas fogatitas en la calle... NOT porque no eran cuetes sino GAS LACRIMÓGENO que entró por la chafaba y nos comenzó a picar la garganta y a hacernos llorar en catarata como monitas de animé.
Por suerte eso acabó pronto y pudimos lavarnos y volver a dormir. En la mañana nos explicarían qué había pasado.
Continuará
Cairo de noche es más que retador; llegamos antes de lo planeado, puesto que adelantaron el vuelo desde Amsterdam (nos dimos cuenta de pura caca), por lo que tuvimos mucho tiempo de colchón antes de nuestro siguiente vuelo. Optamos, consecuentemente, por caerle a la amiga francesa de Reggie en Giza para vaciar las maletas antes de mochilearnos el camino a Abu Simbel (de los puntos más al sur de Egipto, casi en la frontera con Sudán). Conseguimos sobrevivir a los señores acosadores de las áreas públicas; "taxi, madam?", "where you from?", "where you go?" que te siguen hasta el baño y le jalan por tí, y nos trepamos al shuttle para llegar a la terminal tres.
Lo aparatoso (pero al final genial) fue poder conseguir wifi para obtener el número de Chloe y hablarle desde el celular de alguien random (un ñor barbudo buena onda). Fue un "challenge completed" del cual estoy orgullosa; le hablamos y ¡listo! conseguimos su dirección.
Ahí empezó lo bueno, ya que saliendo fuimos acosadas por cientos de taxistas intensos y en piyama (descripción favorita de Reg) con chon en la cabeza gritándonos con el inglés más rudimentario que he escuchado (ya ni en Tailandia).
Finalmente escapamos de un taxi medio dodgy, siguiendo nuestro instinto, y nos metimos a uno pseudo legit, negociando el precio con la puerta entre abierta. Fiuff!
Lo gracioso de los taxistas egipcios es que nunca nadie sabe como llegar a ningún lado (me encantan las doble negaciones que me acabo de echar), entonces tuvimos que pasarle al dude por celular a Chloe para que llegáramos "con bien" a su respectiva residencia. Se bajaron unos amigos de ella para negociar el precio del viaje (echamos montón) y finalmente nos dejó ir sin violarnos como los taxistas mexicanos que te cobran trescientos mil pesos si sales de una zona de concierto... :s
El elevador parecía que se iba a caer y con él el edificio, pero logramos subir y saludar al resto para luego desempacar como queríamos. Fin.
Después de una cervecita intentamos dormir un rato para luego embarcarnos en el regreso al agrio puerco. Egipto nos había bienvenido con no tan mala cara; sus callecitas empolvadas nos dirigieron hacia la avenida principal y paramos mil taxis (a las cinco de la mañana...) y finalmente uno nos ofreció buen precio para el viaje.
"Ingresamos" maletas y pasamos a la sala de espera. Ya en el avión nos dimos cuenta que la descripción en el Lonely Planet de la aerolínea no era tan alejada de la realidad (le dicen "Egypt SCARE" en vez de Egypt Air"). Nos dieron squat para comer y mis tripas me suplicaban por algo de alimento: ergo muncheamos una barrita de amaranto (súper mexicanas) y bajando tragamos un Ensure cada una para no perder más tiempo.
De ahí agarramos el camioncito de turistas para el sitio arqueológico y diez minutos después LLEGAMOS!!
Abu Simbel está M-A-M-O-N-S-Í-S-I-M-O... Pagas, rodeas el cerrito con vista hacia el Nilo y PFFFffff, sientes que alguien te mete un madrazo visual cuando tus ojos topan lo impactante e impositivo de las mega esculturas de Ramses II y su familia... Te deja idiota.
El templo por dentro tiene muchas cámaras, todas están decoradas a morir con jeroglíficos de todo tipo, ¡retacadas!
Nos quedamos una eternidad contemplando la grandeza del potencial de construcción humano antiguo. El templo de Nefertari, a un lado del de su esposo es también una maravilla. No tengo palabras para describir dicha experiencia blu bla bel bi rar. Así.
Acabando los guías nos regañaron por tardar tanto y terminamos tomando un taxi para alcanzar el camión rural que salía de YA para Aswan (ciudad a tres horas donde nos quedaríamos a hostalear esa primera noche).
Entramos en friega loca y apañamos dos lugares, entre la multitud de árabes locales que se nos quedaban viendo por tomar el transporte no-burgués como el resto de los turistas Europeos y gringos nasties.
Hubo, literal, un sister friend que se nos quedó viendo TODO el camino (creo que se enamoró perdidamente de Regina) pero dormimos un rato y llegamos a buena hora a Aswan. Ahí caminamos por el malecón egipcio siguiendo el camino trazado por del Nilo (siendo a la vez acosadas ahora por los capitanes de las "feluccas" o barcas tradicionales egipcias) hasta que al fin dimos con nuestro hostal, ubicado arriba del banco nacional y con una vista de primeeeera.
Hicimos el chicken-check-in con el staff (amables y enpiyamados) y subimos para aventar las maletas aligeradas y DORMIR al fin...
NOT porque a media noche fuimos despertadas por el tumulto callejero sin control. Me asomé por la ventana y vislumbré una congregación de civiles justo enfrente de nuestro hostal, estaban gritándole a unos policías del otro lado, quienes a su vez echaban cuetes de algún tipo porque había humo y pequeñas fogatitas en la calle... NOT porque no eran cuetes sino GAS LACRIMÓGENO que entró por la chafaba y nos comenzó a picar la garganta y a hacernos llorar en catarata como monitas de animé.
Por suerte eso acabó pronto y pudimos lavarnos y volver a dormir. En la mañana nos explicarían qué había pasado.
Continuará
jueves, noviembre 17, 2011
Introduccion al viaje
Pensando en lo bonito que es lo sucio...
En esta ocasion relatare los hechos de manera distinta a la de siempre; mantendre el humor, claro, pero procurare sintetizar los debrayes etereos que me suelen caracterizar como una intensa de la escritura descriptiva, por razones de practicidad y por el bien de los nuevos lectores. Todo esto SIN ACENTOS NI ENIES. Las correcciones obsesivas se haran luego, cuando el tiempo no se me escurra por las orejas.
Llevamos escasos 4 dias en este desenfrenado pais y ya siento que he perdido el hilo de la logica con la cual se maneja el mundo a traves de los sistemas funcionales de organizacion humana colectiva (Ay Gooeeeeyy). Siento que el rizoma me come de lleno cual falafel de puestito de calle, sin agua pa' tragarme suavecito.
He de creer que, si sobrevivo a esta explosion de n'importe quoi de forma de vida, podre volverme una viejita experta en las sociedades pseudo caotico-funcionales del primer, tercer y septimo mundo. Me consagrare como consejera oficial dentro de unas decadas y unas arrugas gratis. Wait for it.
Ah, por cierto, Egipto es una patada en los ovarios. De esas que te hacen abrir los ojos para adentro y apreciar que hay mas que negro alla atras, al fondo del costal donde tienes arrumbadas los retazos rechazados de todo aquello con lo que no te gusta lidiar de frente, como cuando no cierras los ojos ante la enfermera que te traspasa la piel del brazo con una jeringa enorme. Es increible y no quisiera nada mas en este momento que vivirme hoy, ahorita, en este lugar.
Me parece hilarante (amo esa palabra porque siento que se deshace en tu boca como en hilitos de queso Oaxaca) como en el camino al aeropuerto iba platicando con mi buen amigo Diego, el emisario de las hispanias, sobre lo increiblemente enredadizo que es vivir en el DF (me encanto su concepcion de dicha ciudad como diseniada para MATAR a sus ciudadanos). Yo, como residente suburbana del reino de Juriquilla, no puedo mas que opinar lo mismo pero al reves, puesto que es mi ciudad. Pero es una posicion dificil la de vivirtelas de turista (cinco anios ya...) en el lugar a donde perteneces segun tu nacimiento y papeles; ahora viajo para ser residente y local de un pais en donde nunca antes habia estado, por unos momentos cuando menos.
Perpetua de a ratitos.
Aca les va el recuento de aquello que les ha acontecido a dos mexicanas indefensas e inadvertidas, con tan solo su humor incontrolable como escudo contra las infinitas y evolventes peripecias que presenta el explorar el continente africano... Godspeed, my fine lasses!
Fin del preludio mudo e incoloro :)
viernes, julio 01, 2011
Cromos: de fobia a filia. Capítulo I
ROJO
Entré al vagón con el corazón colgándome por el lado equivocado. No podía creer que había conseguido el último boleto para el tren nocturno que me llevaría de la costa a la capital; después de haberle rogado al lánguido individuo detrás del mostrador con un español jadeante entintado debajo de una retórica tropezada y patética logré que presionara el botón de "print" (un tanto renuente y malhumorado) y ahora leía la tira de papel coloreado que me había permitido el acceso a mi supuesta salvación: el final que debía tener mi tan caótico viaje por el viejo continente.
Esto significaba que todavía existía una sutil e intermitente posibilidad de que llegara a tiempo para el despegue y consecuente regreso a mi tan narcotraficada Ithaca. Ahora nada más faltaba que alguien me contestara desde el otro océano vía celular con la clave de mi boleto de avión, ah, y también tenía que encontrar la manera de descifrar las entrañas gástricas del metro de Madrid para poder arribar al bendito aeropuerto, antes que nada.
Frente a mí apoyaron sus robustos cuerpos sobre un indefenso asientito dos escandinavas inmensas, masticaban algún tipo de botana grasosa y asintían con la mirada, en una especie de saludo desganado.
Tomé las botellas de vino casero que llevaba cargando desde aquella Italia y las coloqué a mi siniestra, junto a la ventana. Procedí a envolverlas con mi sudadera e intenté conciliar un sueño inmundo e hipócrita "ya casi, ya casi" me decía desde adentro, para calmarme las ansiedades que se me escurrían por debajo de los calcetines.
Habiendo fracasado retomé mi posición inicial, para lo cual me percaté que ahora tenía a un individuo extra sentado a mi diestra, con un aire que se antojaba interrogante. Me saludó verbalmente en castellano y me preguntó algo que no recuerdo porque no me interesaba involucrarme en una plática justo en ese entonces, no tras haber tenido esa calidad de día.
Miré por la ventana pero el negro de la noche no me sorprendió con sus usuales farandulerías imaginativas; mi cerebro había levantado su banderita blanca de "pidos" y sólo se escuchaba algo como "hay un problema con la transmisión debido a mal tiempo, favor de esperar con paciencia hasta reanudar la programación". Nieve de televisión y nada más.
El sujeto, en su incesante necedad por intercambiar verbos, se volvió a referir hacia mi persona con determinación y optimismo. Después de contestar en crescendo no tuve otra opción que fijarme en su semblante: era un chico quizá un año mayor que yo, pelirrojo, coqueto, pecoso, alto, sonriente y esbelto. "Este wey ¿qué?" murmuraron mis múltiples personalidades, pero la totalidad de mi ser estaba más allá del cansancio, oscilaba en el "ok, lo que sea, que me lleve la marea".
Inesperadamente me encontré involucrada en una conversación que pronto se convertiría en una de las más trascendentales de mi pequeña e insignificante historia como humana; comenzando por nuestros países de origen hacia Platón, circundando lo abstracto de la música en el arte y lo efímero de los libros en nuestros estómagos y la posible existencia de una escondida pero tajante narratividad épica en la vida de las personas, sobre todo de algunas cuantas solamente.
Paulatinamente me fui percatando de facilidad con la que me podía comunicar con este individuo, me fue enredando con acento ibérico ceceante de do a do. Y para colmo no pude más que notar un tenebroso paralelismo entre su existencia y la mía: ambos de padres de ciencia y agnósticos (ahora maestros), su interés por la música y el mío por el arte a manera de estudio, color de pelo (yo en el pasado como él), preferencias de libros, de música de películas, de deportes, de comida, de forma de vestir... algo me hacía sentir como que estaba viviendo un capítulo de "the twilight zone", por lo cual me cohibí y me retiré a mi propio espacio para contemplar la infinitud de la nada en silencio solitario y absoluto.
Miento. Seguí el hilo de la plática hasta que pasó la señorita encargada de anunciar que era hora de dormir y que consecuentemente apagarían las luces de los vagones. Las ballenas caucásicas de enfrente emitieron un sonido ininteligiblemente desagradable, como en voz de "shushhhhhhh".
Se acostó ocupando ambos asientos, invitándome a emplear su brazo derecho como almohada. Accedí, por alguna razón me sentía en confianza para no salir corriendo y esconderme en el baño para evitar ser violada por un completo extraño.
Entré al vagón con el corazón colgándome por el lado equivocado. No podía creer que había conseguido el último boleto para el tren nocturno que me llevaría de la costa a la capital; después de haberle rogado al lánguido individuo detrás del mostrador con un español jadeante entintado debajo de una retórica tropezada y patética logré que presionara el botón de "print" (un tanto renuente y malhumorado) y ahora leía la tira de papel coloreado que me había permitido el acceso a mi supuesta salvación: el final que debía tener mi tan caótico viaje por el viejo continente.
Esto significaba que todavía existía una sutil e intermitente posibilidad de que llegara a tiempo para el despegue y consecuente regreso a mi tan narcotraficada Ithaca. Ahora nada más faltaba que alguien me contestara desde el otro océano vía celular con la clave de mi boleto de avión, ah, y también tenía que encontrar la manera de descifrar las entrañas gástricas del metro de Madrid para poder arribar al bendito aeropuerto, antes que nada.
Frente a mí apoyaron sus robustos cuerpos sobre un indefenso asientito dos escandinavas inmensas, masticaban algún tipo de botana grasosa y asintían con la mirada, en una especie de saludo desganado.
Tomé las botellas de vino casero que llevaba cargando desde aquella Italia y las coloqué a mi siniestra, junto a la ventana. Procedí a envolverlas con mi sudadera e intenté conciliar un sueño inmundo e hipócrita "ya casi, ya casi" me decía desde adentro, para calmarme las ansiedades que se me escurrían por debajo de los calcetines.
Habiendo fracasado retomé mi posición inicial, para lo cual me percaté que ahora tenía a un individuo extra sentado a mi diestra, con un aire que se antojaba interrogante. Me saludó verbalmente en castellano y me preguntó algo que no recuerdo porque no me interesaba involucrarme en una plática justo en ese entonces, no tras haber tenido esa calidad de día.
Miré por la ventana pero el negro de la noche no me sorprendió con sus usuales farandulerías imaginativas; mi cerebro había levantado su banderita blanca de "pidos" y sólo se escuchaba algo como "hay un problema con la transmisión debido a mal tiempo, favor de esperar con paciencia hasta reanudar la programación". Nieve de televisión y nada más.
El sujeto, en su incesante necedad por intercambiar verbos, se volvió a referir hacia mi persona con determinación y optimismo. Después de contestar en crescendo no tuve otra opción que fijarme en su semblante: era un chico quizá un año mayor que yo, pelirrojo, coqueto, pecoso, alto, sonriente y esbelto. "Este wey ¿qué?" murmuraron mis múltiples personalidades, pero la totalidad de mi ser estaba más allá del cansancio, oscilaba en el "ok, lo que sea, que me lleve la marea".
Inesperadamente me encontré involucrada en una conversación que pronto se convertiría en una de las más trascendentales de mi pequeña e insignificante historia como humana; comenzando por nuestros países de origen hacia Platón, circundando lo abstracto de la música en el arte y lo efímero de los libros en nuestros estómagos y la posible existencia de una escondida pero tajante narratividad épica en la vida de las personas, sobre todo de algunas cuantas solamente.
Paulatinamente me fui percatando de facilidad con la que me podía comunicar con este individuo, me fue enredando con acento ibérico ceceante de do a do. Y para colmo no pude más que notar un tenebroso paralelismo entre su existencia y la mía: ambos de padres de ciencia y agnósticos (ahora maestros), su interés por la música y el mío por el arte a manera de estudio, color de pelo (yo en el pasado como él), preferencias de libros, de música de películas, de deportes, de comida, de forma de vestir... algo me hacía sentir como que estaba viviendo un capítulo de "the twilight zone", por lo cual me cohibí y me retiré a mi propio espacio para contemplar la infinitud de la nada en silencio solitario y absoluto.
Miento. Seguí el hilo de la plática hasta que pasó la señorita encargada de anunciar que era hora de dormir y que consecuentemente apagarían las luces de los vagones. Las ballenas caucásicas de enfrente emitieron un sonido ininteligiblemente desagradable, como en voz de "shushhhhhhh".
Se acostó ocupando ambos asientos, invitándome a emplear su brazo derecho como almohada. Accedí, por alguna razón me sentía en confianza para no salir corriendo y esconderme en el baño para evitar ser violada por un completo extraño.
miércoles, marzo 09, 2011
Running out of time, into space
Y si no duermo se me sube la mitomanía, porque aterrizo en vivo desde un sueño lúcido y no distingo entre realidades. Pero me siento más de la otra.
Y te escribo porque te pienso, pero realmente no te escribo a ti sino al fondo de pantalla, al papel tapíz del cuarto azul con verde, ese que nadie usa y en el armario se esconden todos mis fantasmas junto a un cepillo de dientes que no tiré. Me escribo a mi misma.
Le escribo a la mancha de refresco en la madera del que vivió aquí antes, quizá tirando suspiro como yo ante el negro de las cortinas.
Y hace diez años que no te escribía, trece exactos pero diez suena más a que está escrito por alguien que sabe. Años que son como moneditas de diez centavos y me van llenando los agujeros de los pantalones hasta que me traga la soberbia del haber leído a Cortázar boca arriba y casi sin emitir respiro alguno.
En la mañana atropellaron a un perrito y me acordé de aquella vez que le recé a dios para que curara al perrito negro del vecino, también hace diez años y el putazo que le metió un tsuru blanco mientras yo dibujaba con crayones viendo por la ventana. Y los gemidos. Y se murió de todas maneras porque se me olvidó rezarle la última noche.
Es entonces cuando me acuerdo de todo y no me acuerdo de ni un carajo.
No sé si se me decompuso el termostato de la cabeza o se nos pasó la fecha de caducidad,
Pero sé que soy como una cacerola mal lavada; un taco de cochinada que se le cayó a alguien porque no cabía en el plato
Y me levanto y me sacudo pero quedan restos de tí por todos lados.
Un té de manzana con canela y el departamento de tu abuela, lleno de mundo y olía a mundo y a polvo de conocimiento.
Y me quedan cachitos de ti hasta por debajo de las uñas, como migajas de tinta indeleble que me como para no perderme de todas ellas quienes he sido.
Tatuajes metafísicos en una desnutrida rampante- Ay! Pero si eso no lo he escrito yo! no me pertenece y no me corresponde tal retórica de pretensión hipstereana.
También te escribo y te confieso que me lavo la codicia con lijas del 650 para arrancarme la sensación de que me estás viendo, desde el otro lado del taller, desde el otro lado del continente.
Abro la boca pero mis palabras se ahorcan las unas a las otras, como taxistas enfurecidos por el tráfico. Pienso en coches y pienso en aquel vocho blanco, ese que tenías lleno de estampitas de luchadores. Ese vocho y que lloro porque se lo lleva mi tío y me voy a vivir al norte donde la tierra es blanca en invierno y no está mi abuela para decirme que jugar fútbol es para niños.
Pero de pronto me interrumpen tus besos susurrados de media noche, y te empujo porque me aplastas y nunca duermo cómoda porque me roncas en el oído, pero me gusta porque me acuerdo del mar, que también fue novio mío.
Y si no duermo me desquicio porque las ideas se me quedan como globitos de helio amarrados a las orejas.
Me tengo envidia a mí misma porque soy una perra y una puta y me veo en imágenes secas e impresas de hace un año y digo; "qué puta soy"
Y les arranco mi nombre porque me da vergüenza y me arranco la vergüenza y le pego encima la orilla de ese maldito septiembre y la banca frente a la iglesia y el barro de Zacatecas.
Y el parquecito de la esquina cuando decidimos que ya no éramos los unos de los otros y "se vende" y "vendido" y el helado de Amaretto que a nadie le gusta más que a mí.
Y el puto frío de mi cama.
Me cuelgo del techo y me sacudo, pero no me tiro de yo misma, por más que corro me alcanzo y por más que me pierdo ahí me encuentro yo sola.
Es entonces cuando te pienso y te escribo.
Y por más que le grito al estilógrafo no me responde ni madres, las pelusas y los azulejos se me quedan viendo y me dicen que en verdad soy una puta.
Y le grito a la estufa y le grito a mis agujetas y le grito al señor de la basura y al de los tamales oaxaqueños. Y me río, entubado porque soy dictadura del PRI.
Y también soy poeta de caño y en el caño empezó lo bueno porque a alguien se le ocurrió jalarle a su sueño de vida y me lo encontré aquí y lo planté en una botella de Boing con suciedad y mi nostalgia.
Es por eso que soy la planta de marihuana de tu ventana
Soy mi cama en el piso y un viaje en pesero a CU mientras llueve y se me olvidaron mis llaves
Soy la pendeja que te quiere
Soy la desnudez de la mañana y un par de pájaros moribundos
Soy una playa desolada llena de basura y un barquito de papel que se estrella contra un pañal flotante.
Una orden de hotcakes de figuritas y un viaje a Jalapa.
Soy tú cuando no te conocía y creía que la barba te hacía ver mayor.
Soy tú cuando me dijiste que mis besos te eran ajenos, pero yo sólo me acordaba de leer a Sócrates y de aprender a quererte a poquitos. Tan Olímpica esa Villa en su explanada y los perros que la recorren.
Soy las cosas que se te aparecen y nadie más ve, porque tienes ojos de caleidoscopio roto.
Soy la estúpida que creyó que al aventarte por la azotea regresarías estampado en un papalote.
Creo en mis cuentos para niños,
Porque el sol de tu cabeza me persigue a todos lados.
Eres con quien quiero verme entre las arrugas de una cama dentro de 50 años y reir por cómo el tiempo nos ha masticado el ego, vencido, y somos de arándano cactáceo: pasitas desérticas platicando sobre Joseph Beuys y los viajes que hicimos, y los hijos que tuvimos.
Y soy tu familia, la que nunca pudiste ver porque los dos nos tapamos los ojos mientras nos jurábamos que nos queríamos entre otras mentiras que se nos ocurrían.
Soy la cuarta oportunidad, la tercera y la segunda. Te me escurres por los dedos como arena errante, yo soy tu arena errante. Soy la que dice "..." nada, porque se lo llevó el viento.
Y también soy la que dice:
"Esta es la historia que nadie contó porque nunca pasó", la que escribo porque me sale por los poros de los pies, y la recojo y la enrrollo con mis intestinos, como cuadritos de un papel baño que se deshizo por accidente.
Y acabando esta última línea me daré cuenta que no fui yo quien escribió todo esto.
Y te escribo porque te pienso, pero realmente no te escribo a ti sino al fondo de pantalla, al papel tapíz del cuarto azul con verde, ese que nadie usa y en el armario se esconden todos mis fantasmas junto a un cepillo de dientes que no tiré. Me escribo a mi misma.
Le escribo a la mancha de refresco en la madera del que vivió aquí antes, quizá tirando suspiro como yo ante el negro de las cortinas.
Y hace diez años que no te escribía, trece exactos pero diez suena más a que está escrito por alguien que sabe. Años que son como moneditas de diez centavos y me van llenando los agujeros de los pantalones hasta que me traga la soberbia del haber leído a Cortázar boca arriba y casi sin emitir respiro alguno.
En la mañana atropellaron a un perrito y me acordé de aquella vez que le recé a dios para que curara al perrito negro del vecino, también hace diez años y el putazo que le metió un tsuru blanco mientras yo dibujaba con crayones viendo por la ventana. Y los gemidos. Y se murió de todas maneras porque se me olvidó rezarle la última noche.
Es entonces cuando me acuerdo de todo y no me acuerdo de ni un carajo.
No sé si se me decompuso el termostato de la cabeza o se nos pasó la fecha de caducidad,
Pero sé que soy como una cacerola mal lavada; un taco de cochinada que se le cayó a alguien porque no cabía en el plato
Y me levanto y me sacudo pero quedan restos de tí por todos lados.
Un té de manzana con canela y el departamento de tu abuela, lleno de mundo y olía a mundo y a polvo de conocimiento.
Y me quedan cachitos de ti hasta por debajo de las uñas, como migajas de tinta indeleble que me como para no perderme de todas ellas quienes he sido.
Tatuajes metafísicos en una desnutrida rampante- Ay! Pero si eso no lo he escrito yo! no me pertenece y no me corresponde tal retórica de pretensión hipstereana.
También te escribo y te confieso que me lavo la codicia con lijas del 650 para arrancarme la sensación de que me estás viendo, desde el otro lado del taller, desde el otro lado del continente.
Abro la boca pero mis palabras se ahorcan las unas a las otras, como taxistas enfurecidos por el tráfico. Pienso en coches y pienso en aquel vocho blanco, ese que tenías lleno de estampitas de luchadores. Ese vocho y que lloro porque se lo lleva mi tío y me voy a vivir al norte donde la tierra es blanca en invierno y no está mi abuela para decirme que jugar fútbol es para niños.
Pero de pronto me interrumpen tus besos susurrados de media noche, y te empujo porque me aplastas y nunca duermo cómoda porque me roncas en el oído, pero me gusta porque me acuerdo del mar, que también fue novio mío.
Y si no duermo me desquicio porque las ideas se me quedan como globitos de helio amarrados a las orejas.
Me tengo envidia a mí misma porque soy una perra y una puta y me veo en imágenes secas e impresas de hace un año y digo; "qué puta soy"
Y les arranco mi nombre porque me da vergüenza y me arranco la vergüenza y le pego encima la orilla de ese maldito septiembre y la banca frente a la iglesia y el barro de Zacatecas.
Y el parquecito de la esquina cuando decidimos que ya no éramos los unos de los otros y "se vende" y "vendido" y el helado de Amaretto que a nadie le gusta más que a mí.
Y el puto frío de mi cama.
Me cuelgo del techo y me sacudo, pero no me tiro de yo misma, por más que corro me alcanzo y por más que me pierdo ahí me encuentro yo sola.
Es entonces cuando te pienso y te escribo.
Y por más que le grito al estilógrafo no me responde ni madres, las pelusas y los azulejos se me quedan viendo y me dicen que en verdad soy una puta.
Y le grito a la estufa y le grito a mis agujetas y le grito al señor de la basura y al de los tamales oaxaqueños. Y me río, entubado porque soy dictadura del PRI.
Y también soy poeta de caño y en el caño empezó lo bueno porque a alguien se le ocurrió jalarle a su sueño de vida y me lo encontré aquí y lo planté en una botella de Boing con suciedad y mi nostalgia.
Es por eso que soy la planta de marihuana de tu ventana
Soy mi cama en el piso y un viaje en pesero a CU mientras llueve y se me olvidaron mis llaves
Soy la pendeja que te quiere
Soy la desnudez de la mañana y un par de pájaros moribundos
Soy una playa desolada llena de basura y un barquito de papel que se estrella contra un pañal flotante.
Una orden de hotcakes de figuritas y un viaje a Jalapa.
Soy tú cuando no te conocía y creía que la barba te hacía ver mayor.
Soy tú cuando me dijiste que mis besos te eran ajenos, pero yo sólo me acordaba de leer a Sócrates y de aprender a quererte a poquitos. Tan Olímpica esa Villa en su explanada y los perros que la recorren.
Soy las cosas que se te aparecen y nadie más ve, porque tienes ojos de caleidoscopio roto.
Soy la estúpida que creyó que al aventarte por la azotea regresarías estampado en un papalote.
Creo en mis cuentos para niños,
Porque el sol de tu cabeza me persigue a todos lados.
Eres con quien quiero verme entre las arrugas de una cama dentro de 50 años y reir por cómo el tiempo nos ha masticado el ego, vencido, y somos de arándano cactáceo: pasitas desérticas platicando sobre Joseph Beuys y los viajes que hicimos, y los hijos que tuvimos.
Y soy tu familia, la que nunca pudiste ver porque los dos nos tapamos los ojos mientras nos jurábamos que nos queríamos entre otras mentiras que se nos ocurrían.
Soy la cuarta oportunidad, la tercera y la segunda. Te me escurres por los dedos como arena errante, yo soy tu arena errante. Soy la que dice "..." nada, porque se lo llevó el viento.
Y también soy la que dice:
"Esta es la historia que nadie contó porque nunca pasó", la que escribo porque me sale por los poros de los pies, y la recojo y la enrrollo con mis intestinos, como cuadritos de un papel baño que se deshizo por accidente.
Y acabando esta última línea me daré cuenta que no fui yo quien escribió todo esto.
jueves, enero 27, 2011
TIT
Thailand... tight-land? tideland? Name it how you will, all who've been there will remember nothing else but the Land of Smiles.
First arriving in Bangkok I felt like being transported to another dimension, I was completely out of my homey habitat; everything I knew about the world was now worth monopoly paper, plus taxes.
Cars I knew, the sky I knew, streets and buildings and other humans I was familiar with but pink cabs? Meat lollipops?? Baby elephants bathing in the sea?? Undecipherable road signs all around?
Asia in general can be an existential slap in the face, you go there, coming from the Western side of the World, and you inevitably start questioning everything you've done so far, as well as the methods you've used; suddenly you feel a splash of warm water rinsing away rationality from your the very core of your being.
But Thailand, oh dear... Thailand is the queen of all exceptions, it is the place that questions how you think the human world should work. Us foreigners have a special way of justifying this unique phenomenon by using the acronym "TIT"; meaning: This is Thailand. Works like a charm.
Every time someone serves you a dish you in fact did not order (some times providing you with the exact opposite of what you asked) you HAVE to think for yourself; TIT. And you have to eat whatever is in front of you! No crying allowed!
Every time millions of small motorbikes rush past you at outrageous speeds almost killing defenseless pedestrians, and of course, each other; TIT.
Oh, and those times when there comes a certain particular holiday in which every single person on the street (including grandmas) starts tossing water (in all its categories: bucket full, ice, using water guns) at you for no particular reason!: TIT.
Every time you ask someone for directions and you receive a nod (apparently acknowledging your request) but in fact they give you baloney because they actually did not have a clue of what you were talking about, and were kind of shy to admit it (and yes, you end up being completely lost and vulnerable to newer mistakes)... need I ever say it again? TIT people, TIT.
When the shrines where the Thais honor the spirits are filled with soda bottles (especially Fanta, I think they are quite fond of the brightness of the color). TIT.
First arriving in Bangkok I felt like being transported to another dimension, I was completely out of my homey habitat; everything I knew about the world was now worth monopoly paper, plus taxes.
Cars I knew, the sky I knew, streets and buildings and other humans I was familiar with but pink cabs? Meat lollipops?? Baby elephants bathing in the sea?? Undecipherable road signs all around?
Asia in general can be an existential slap in the face, you go there, coming from the Western side of the World, and you inevitably start questioning everything you've done so far, as well as the methods you've used; suddenly you feel a splash of warm water rinsing away rationality from your the very core of your being.
But Thailand, oh dear... Thailand is the queen of all exceptions, it is the place that questions how you think the human world should work. Us foreigners have a special way of justifying this unique phenomenon by using the acronym "TIT"; meaning: This is Thailand. Works like a charm.
Every time someone serves you a dish you in fact did not order (some times providing you with the exact opposite of what you asked) you HAVE to think for yourself; TIT. And you have to eat whatever is in front of you! No crying allowed!
Every time millions of small motorbikes rush past you at outrageous speeds almost killing defenseless pedestrians, and of course, each other; TIT.
Oh, and those times when there comes a certain particular holiday in which every single person on the street (including grandmas) starts tossing water (in all its categories: bucket full, ice, using water guns) at you for no particular reason!: TIT.
Every time you ask someone for directions and you receive a nod (apparently acknowledging your request) but in fact they give you baloney because they actually did not have a clue of what you were talking about, and were kind of shy to admit it (and yes, you end up being completely lost and vulnerable to newer mistakes)... need I ever say it again? TIT people, TIT.
When the shrines where the Thais honor the spirits are filled with soda bottles (especially Fanta, I think they are quite fond of the brightness of the color). TIT.
When little children walk around carrying a giant snake on their shoulders (Britney Spears like)... geez: TIT!
When the hottest girls in the night clubs are in fact perfectly disguised GUYS (which can be a bummer, even a threat to some of our fellow men)... TIT. Lady boy alert!
And don't get me started on the girls who learn how to make a weapon out of certain body orifices... I certainly shall not go into that but... TIT, TIT, TIT.
Oh, and last but not least... when every single teenage could potentially kick your butt (because they've all taken martial art lessons since BIRTH)... TIT.
Ironically you get to a point where things start to remind you of home, in a strange way... well, since I'm Mexican, I have been brought up with the colorfulness of the markets and the folkloric parades, and the strange religious rites disguised as catholic processions... so most things I see in the rural parts of the country are not that exotic to me as they could be to others, in fact they made me feel quite at home!
"You Mexican? You know Hugo Sánchez? Have free sticky rice!"- example #1 (during one of my visits to the local night market in Ban Phe, the gateway to Koh Samet).
So yes, I do recommend Thailand for people who think they've seen it all, even those who read tons of books and own a membership to the Nat Geo catalogs. It is a place that should be known by many of us, and it serves as a sort of refuge from the monotonousness of our routines (for a while, anyhow).
TIT everyone! And TTYL
When the hottest girls in the night clubs are in fact perfectly disguised GUYS (which can be a bummer, even a threat to some of our fellow men)... TIT. Lady boy alert!
And don't get me started on the girls who learn how to make a weapon out of certain body orifices... I certainly shall not go into that but... TIT, TIT, TIT.
Oh, and last but not least... when every single teenage could potentially kick your butt (because they've all taken martial art lessons since BIRTH)... TIT.
Ironically you get to a point where things start to remind you of home, in a strange way... well, since I'm Mexican, I have been brought up with the colorfulness of the markets and the folkloric parades, and the strange religious rites disguised as catholic processions... so most things I see in the rural parts of the country are not that exotic to me as they could be to others, in fact they made me feel quite at home!
"You Mexican? You know Hugo Sánchez? Have free sticky rice!"- example #1 (during one of my visits to the local night market in Ban Phe, the gateway to Koh Samet).
So yes, I do recommend Thailand for people who think they've seen it all, even those who read tons of books and own a membership to the Nat Geo catalogs. It is a place that should be known by many of us, and it serves as a sort of refuge from the monotonousness of our routines (for a while, anyhow).
TIT everyone! And TTYL
Xalli
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