Y si no duermo se me sube la mitomanía, porque aterrizo en vivo desde un sueño lúcido y no distingo entre realidades. Pero me siento más de la otra.
Y te escribo porque te pienso, pero realmente no te escribo a ti sino al fondo de pantalla, al papel tapíz del cuarto azul con verde, ese que nadie usa y en el armario se esconden todos mis fantasmas junto a un cepillo de dientes que no tiré. Me escribo a mi misma.
Le escribo a la mancha de refresco en la madera del que vivió aquí antes, quizá tirando suspiro como yo ante el negro de las cortinas.
Y hace diez años que no te escribía, trece exactos pero diez suena más a que está escrito por alguien que sabe. Años que son como moneditas de diez centavos y me van llenando los agujeros de los pantalones hasta que me traga la soberbia del haber leído a Cortázar boca arriba y casi sin emitir respiro alguno.
En la mañana atropellaron a un perrito y me acordé de aquella vez que le recé a dios para que curara al perrito negro del vecino, también hace diez años y el putazo que le metió un tsuru blanco mientras yo dibujaba con crayones viendo por la ventana. Y los gemidos. Y se murió de todas maneras porque se me olvidó rezarle la última noche.
Es entonces cuando me acuerdo de todo y no me acuerdo de ni un carajo.
No sé si se me decompuso el termostato de la cabeza o se nos pasó la fecha de caducidad,
Pero sé que soy como una cacerola mal lavada; un taco de cochinada que se le cayó a alguien porque no cabía en el plato
Y me levanto y me sacudo pero quedan restos de tí por todos lados.
Un té de manzana con canela y el departamento de tu abuela, lleno de mundo y olía a mundo y a polvo de conocimiento.
Y me quedan cachitos de ti hasta por debajo de las uñas, como migajas de tinta indeleble que me como para no perderme de todas ellas quienes he sido.
Tatuajes metafísicos en una desnutrida rampante- Ay! Pero si eso no lo he escrito yo! no me pertenece y no me corresponde tal retórica de pretensión hipstereana.
También te escribo y te confieso que me lavo la codicia con lijas del 650 para arrancarme la sensación de que me estás viendo, desde el otro lado del taller, desde el otro lado del continente.
Abro la boca pero mis palabras se ahorcan las unas a las otras, como taxistas enfurecidos por el tráfico. Pienso en coches y pienso en aquel vocho blanco, ese que tenías lleno de estampitas de luchadores. Ese vocho y que lloro porque se lo lleva mi tío y me voy a vivir al norte donde la tierra es blanca en invierno y no está mi abuela para decirme que jugar fútbol es para niños.
Pero de pronto me interrumpen tus besos susurrados de media noche, y te empujo porque me aplastas y nunca duermo cómoda porque me roncas en el oído, pero me gusta porque me acuerdo del mar, que también fue novio mío.
Y si no duermo me desquicio porque las ideas se me quedan como globitos de helio amarrados a las orejas.
Me tengo envidia a mí misma porque soy una perra y una puta y me veo en imágenes secas e impresas de hace un año y digo; "qué puta soy"
Y les arranco mi nombre porque me da vergüenza y me arranco la vergüenza y le pego encima la orilla de ese maldito septiembre y la banca frente a la iglesia y el barro de Zacatecas.
Y el parquecito de la esquina cuando decidimos que ya no éramos los unos de los otros y "se vende" y "vendido" y el helado de Amaretto que a nadie le gusta más que a mí.
Y el puto frío de mi cama.
Me cuelgo del techo y me sacudo, pero no me tiro de yo misma, por más que corro me alcanzo y por más que me pierdo ahí me encuentro yo sola.
Es entonces cuando te pienso y te escribo.
Y por más que le grito al estilógrafo no me responde ni madres, las pelusas y los azulejos se me quedan viendo y me dicen que en verdad soy una puta.
Y le grito a la estufa y le grito a mis agujetas y le grito al señor de la basura y al de los tamales oaxaqueños. Y me río, entubado porque soy dictadura del PRI.
Y también soy poeta de caño y en el caño empezó lo bueno porque a alguien se le ocurrió jalarle a su sueño de vida y me lo encontré aquí y lo planté en una botella de Boing con suciedad y mi nostalgia.
Es por eso que soy la planta de marihuana de tu ventana
Soy mi cama en el piso y un viaje en pesero a CU mientras llueve y se me olvidaron mis llaves
Soy la pendeja que te quiere
Soy la desnudez de la mañana y un par de pájaros moribundos
Soy una playa desolada llena de basura y un barquito de papel que se estrella contra un pañal flotante.
Una orden de hotcakes de figuritas y un viaje a Jalapa.
Soy tú cuando no te conocía y creía que la barba te hacía ver mayor.
Soy tú cuando me dijiste que mis besos te eran ajenos, pero yo sólo me acordaba de leer a Sócrates y de aprender a quererte a poquitos. Tan Olímpica esa Villa en su explanada y los perros que la recorren.
Soy las cosas que se te aparecen y nadie más ve, porque tienes ojos de caleidoscopio roto.
Soy la estúpida que creyó que al aventarte por la azotea regresarías estampado en un papalote.
Creo en mis cuentos para niños,
Porque el sol de tu cabeza me persigue a todos lados.
Eres con quien quiero verme entre las arrugas de una cama dentro de 50 años y reir por cómo el tiempo nos ha masticado el ego, vencido, y somos de arándano cactáceo: pasitas desérticas platicando sobre Joseph Beuys y los viajes que hicimos, y los hijos que tuvimos.
Y soy tu familia, la que nunca pudiste ver porque los dos nos tapamos los ojos mientras nos jurábamos que nos queríamos entre otras mentiras que se nos ocurrían.
Soy la cuarta oportunidad, la tercera y la segunda. Te me escurres por los dedos como arena errante, yo soy tu arena errante. Soy la que dice "..." nada, porque se lo llevó el viento.
Y también soy la que dice:
"Esta es la historia que nadie contó porque nunca pasó", la que escribo porque me sale por los poros de los pies, y la recojo y la enrrollo con mis intestinos, como cuadritos de un papel baño que se deshizo por accidente.
Y acabando esta última línea me daré cuenta que no fui yo quien escribió todo esto.
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